Sobre su formación académica e intelectual sabemos que, durante algunos años, siendo muy joven estuvo en el seminario –el de Zacatecas, primero, y el de Aguascalientes, después,-- pero renunció a su vocación sacerdotal por el amor que profesaba a Josefa de los Ríos, inmortalizada en sus poemas con el nombre de Fuensanta.

Estudió abogacía en el Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí y, tras una breve estancia en el municipio potosino de El venado donde ejerció su carrera, se trasladó a la Ciudad de México donde viviría hasta su muerte.

Las obras que publicó en vida fueron La sangre devota y Zozobra; aunque, póstumamente apareció el poemario El son del corazón, así como El minutero, que reunió sus artículos y ensayos. Entre sus primeras influencias literarias se encuentran Amado Nervo, Manuel Gutiérrez Nájera y Manuel José Otón. Posteriormente se reconoce la impronta de Leopoldo Lugones, Juan José Tablada, Rafael López y del simbolismo francés, especialmente de Baudelaire.

Desde muy joven publicó en revistas como Bohemio y Revista Azul y en los diarios El Observador, El debate, Nosotros, El Regional y Pluma y Lápiz. En la ciudad se dieron a conocer poemas y artículos velardeanos en La Nación y México Moderno. Colaboró en la dirección de la revista Pegaso al lado de Enrique González Martínez y Efrén Rebolledo.

Sobre su participación en la política mexicana suele mencionarse la relación que López Velarde tenía con Francisco I. Madero y con Venustiano Carranza. Durante su gestión como secretario de Educación, José Vasconcelos proyectó la renovación cultural y una de sus acciones consistió en impulsar las publicaciones México Moderno y El Maestro, en el poeta colaboró por invitación directa del funcionario. En esta última es donde se da a conocer el poema más famoso de López Velarde, “La Suave Patria”. Murió en la Ciudad de México a los 33 años a causa de una bronconeumonía. No alcanzó a ver publicado su poema cumbre.